La casa se ubica en los márgenes de la ciudad lineal madrileña, allí donde Arturo Soria llevo a cabo su ideal urbanístico de urbanizar el campo y “ruralizar” la ciudad. El plan urbanístico supuso la incorporación a la ciudad de Madrid de varios núcleos rurales, con construcciones que fueron desapareciendo paulatinamente hasta nuestros días, dejando la traza de su trama urbana como único vestigio de su ubicación. Uno de esos núcleos fue el poblado de Canillas, lugar donde se localiza la vivienda y sobre cuyo tejido de carácter rural se construye. La idea principal del proyecto se desarrolla a partir del diálogo entre la tipología tradicional que la trama urbana confiere y la necesidad de dar respuesta a un programa de necesidades contemporáneo.
Partiendo de la clara definición del volumen que la trama urbana dicta, la vivienda, con una superficie de 220 m2, se desarrolla en tres niveles. La presencia de un cuerpo volado en el segundo nivel y los vacíos en forma de patios y terrazas en el tercero, transforman la volumetría, aunque evitando alterar sus proporciones prismáticas más características y comunes al resto de edificaciones de la calle.
La fachada, tanto por su libre disposición de huecos como por el aparejo, color y dimensiones del ladrillo con el que se construye, vuelve a subrayar la tensión entre un pasado de ciudad-jardín y una neutralidad contemporánea.